15 y 2006
Anoche, después de hacer las últimas compras, entré a la estación de la 49 y Lexington, caminé hasta el fin de la plataforma y tomé el 6. En la estación siguiente salí. Corriendo bajé las escaleras intentado alcanzar el tren que se iba. Retuve las puertas que casi cerraban y entré. Pensé que después de un día tan agotador, al menos algo salía bien. Había logrado alcanzar el N en tiempo record. Pero esa sensación de triunfo sólo me duró unos segundos. Al mirar alrededor y no reconocer nada, comencé a sospechar lo peor. En ese conjeturar, levanté los ojos y vi gigante ante ellos la letra R. Me senté con resignación al lado de un señor que no pude identificar. No sabía bien si era Indu o Latino. Sí sabía con toda certeza, que me molestaban sus piernas ocupando la mitad de mi asiento y su constante dar vuelta a las páginas de un periódico chocando con mi brazo izquierdo. Frente a mí, una señora se dormía incómodamente. Entre el Indu Latino o el Latino Indu, me puse a pensar que hacer. ¿Me bajaba en la siguiente estación y caminaba a Queensboro Plaza? o ¿me bajaba y me devolvía a Lex?. La primera posibilidad parecía más inteligente, pero la oscuridad de esas calles, junto con el tipo siniestro que se bajaba justo cuando comenzaba a pararme, me empujaron de vuelta a mi asiento. Pensé que sólo me quedaba una posibilidad: volver. Pero no quería volver y tampoco quería seguir en ese tren. Tenía calor y los movimientos del señor de al lado se hacían cada vez más insoportables. Pasaba la segunda estación y no daba señas de movimiento. Sabía que tenía que levantarme, pero también sabía que no lo haría. En esa indecisión, el tren partió nuevamente. Ahí fue cuando comencé a desesperarme un poco. ¿Y ahora que hago? ¿Cómo llego a casa? En eso estaba, cuando arribamos a la tercera estación: Steinway. Mis ojos se iluminaron. Arreglé mi abrigo, saqué mi CD player, agarré mi bolso, lo tiré con fuerza en mi espalda, encaje mis audífonos, puse una canción de los Smiths bien fuerte y salí. Salí y caminé.
NY, 2003
Y hoy, mientras buscaba unos archivos, me encontré con esto. Lo leí y me gustó el final. Y ya que estamos a solo días del nuevo año, mi deseo sería ese: salir del tren y caminar, caminar hasta agotarme. ¡Feliz 2006!
Dibujo: Polaf
Música: The Smiths. Ask.
10 comentarios:
Que divertido. Me gustan estas historias mínimas. Debe ser porque mi propia vida está hecha de ese tipo de aventuras: nunca me ha pasado nada muy espectacular, así como de joligud.
Lindo dibujo, muy lindo.
Saludos!!
ps: dibujarías en tu estilo al perro del agujero?
pero caminar ...hacia donde?
el problema es que a veces no sé donde queda adelante....
Buen punto, cinodo
...a mí también me encantó el final,fue la mejor alternativa a la falta de alternativas... Fue como decir ¡No hay rollo! y decides olvidar todo... caminamos lejos...
y sí, ya mañana es el último día del año... y supongo que me sentiré igual...
Besos.
«Ahí fue cuando comencé a desesperarme un poco. ¿Y ahora que hago? ¿Cómo llego a casa?»… El texto en sí, toda esta acertada historia mínima, como bien la llama Manuel, tiene esa extraña y desesperante atmósfera kafkiana. De momento esa extraña quietud, esa desesperante quietud me recuerda por citar un ejemplo, cuando Samsa se la pasa debitando qué hacer, si salir o no de su cuarto, si moverse, para qué moverse… o por ejemplo, también, en El Proceso cuando K se queda esperando fuera del portón, dudando qué hacer, si esperar o no… En fin, donde deja de ser kafkiano es justo cuando hay una resolución, en este caso cuando, con los ojos iluminados, decides salir de ese inquieto malestar con la ayuda de tus CD player: «Salí y caminé.».
Pero en fin, en fin, que por un momento me sentí, al leer tu pequeña historia, sentí esa incomodidad de la que hablas, hasta llegué a sentir el incómodo calor de su perna rozar el costado de la tuya, sentir el hueso de su mano izquierda (casi) embistiendo con el periódico tu frágil cuerpo.
La «oscuridad de las calles junto con el tipo siniestro»…
Como te darás cuenta, me gustó tu breve historia. Aunque para escribirla tuviste que padecer esa mala experiencia. Ya lo decía mi estimado Kierkegaard, con respecto al Toro de Falaris: “Los hombres se arremolinana en torno al poeta y le ruegan: «¡Canta, canta otra vez!» Que es como si le dijeran: «¡Ojalá que nuevos sufrimientos desazonen tu alma!, ojalá que tus labios sigan siendo los de antes! Porque los gritos nos asustan, pero la música es deleitante»”.
En fin, no sigo.
Saludos.
En este paseo que doy hoy por la blogosfera, me encuentro muchos post que hablan sobre tomar alguna decisón, la que sea, con tal de que nos saque de donde estamos...pa'lante, pues!
Feliz Año, para ti!!
Linda historia, Polaf. El final es lo mejor, es el que la hace una bella historia.
También te deseo una feliz fiesta, y buena ventura para el año que comienza.
Te sigo leyendo.
(Yo estoy mudo, todavía)
Desde luego que es una buena historia, y un final de puta madre, sobre todo por la alegría con la que reflejas, en las tres últimas líneas, tú decisión de ir andando, de no volver, de no pararte...
Me alegra hayas vuelto, así ahora sí podré conocerla a usted.
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