20.9.05

6 y Le cadavre exquis


En julio de 1999 traspasé la frontera. Siempre había querido vivir fuera, pero creo que se me pasó un poco la mano y ahora lamentablemente debo sufrir las consecuencias, que por lo que estoy viendo, son irreversibles. En marzo de 2005 volví y este 18 fue el primero que pasé en tierra chilena después de casi seis años. La otra vez leía no sé donde (nada extraño en mí, podría excusarme diciendo que tengo memoria selectiva, pero bueno, eso implica voluntad, mi memoria, por decirlo de alguna forma, es más bien residual) que los 18 que se pasan fuera de Chile son más 18. Pensaba en eso: ¿por qué será que la nostalgia nos lleva a la exageración? Algo de desesperado tiene esa voluntad por el pasado. Pero no sé, tal vez es simplemente la constatación de que el tiempo se ha perdido y que su recreación carga con cierta acentuación subjetiva, emotiva y lo más importante; selectiva. Se busca recuperar el tiempo a sabiendas de que éste no vuelve. Y así, se actúan en un solo momento todos los 18 que precedieron, pero selectivamente. Es que si nunca te gustaron las pasas en la empandas, ahora, en tu gran acto; compras empandas sin pasas y dejas fuera a las tías chillonas y los asados con lluvia. Ese perfeccionismo en el recuerdo remarca el artificio temporal. Y me puse latera. El punto es que quería hablar de lo que hice este 18. Para mi sorpresa no fui a ramadas. No escuché cuecas, ni cumbias. No fui a las dunas a encumbrar volantines, ni estrené tenida nueva. Este 18 me levanté tarde, comí ostras con limón y unos anticuchos en parilla eléctrica, que por error de corte, no incluyeron carne. Estaban ricos y no por afán vegetariano (a falta de carne tenían mucho chorizo y vienesas). En la noche fui al bar de siempre, tomé unas cervezas (Kunstmann Torobayo, que buenas son), conversé con el Mauro y jugamos al cadáver exquisito. Me reí mucho y después me dormí. Al final se trataba de eso. De llegar a tu cama con un sonrisa que no sabes exactamente de dónde viene. De dejar las presiones de la memoria y vivir el 18 que te toca.
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Foto: Polaf

5 comentarios:

Gatomauro dijo...

Mmmmm...rica la cerveza, grata la compañía, entretenido el juego, regular la música: hay que cruzar los dedos con ese DJ; pero bueh...desencontrado el cadáver exquisito: parecíamos los caballos de Levi's, c/u tirando pa su lado.

H.G. dijo...

Hola. Muchas gracias por visitar mi blog. No he léído Altazor, pero lo tendré pendiente.

Espero que ya hayas encontrado una luna donde habitar!

Saludos

Manuel dijo...

Jaja...Ese post lo escribí bajo cierto enojo circunstancial. La verdad me gusta hablar de todo, sólo que a veces extraño hablar de algunas cosas; por otra parte, me parece que más importante que el tema, muchas veces lo es la persona con quien conversas. Yo siempre me entretengo hablando contigo.

Anónimo dijo...

Oye niña, que juego es ese del cadáver exquisito?

Besitos!

nadie dijo...

cadaver exquisito, lo jugábamos siempre con mis amigos a los diecitantos, nos creíamos poetas, ultra poetas, claro. Creo ver en la foto a Billie Holliday, ¿es eso posible? y además de todo, la cerveza que me tiene prendada ultimamente es la torobayo. A diferencia de tu relato siempre he vivido acá y no creo mucho en los estados naciones, el 18 casi siempre es motivo de festeje, pero por lo carnavalesco que tiene ver con el permiso que se dan las personas para salir a tomarse las calles y el vino y el pisco...